Los agujeros negros son regiones del espacio-tiempo con una gravedad tan intensa que nada, ni siquiera la luz, puede escapar de ellos una vez que han cruzado su horizonte de sucesos, el punto de no retorno. Se forman cuando una estrella masiva colapsa bajo su propia gravedad al final de su vida, lo que resulta en una concentración de masa increíblemente densa en un volumen muy pequeño. Debido a esta inmensa densidad, los agujeros negros ejercen una fuerza gravitatoria extremadamente poderosa.

Los agujeros negros pueden variar en tamaño, desde pequeños agujeros negros primordiales hasta enormes agujeros negros supermasivos que se encuentran en el centro de las galaxias. A pesar de su nombre, los agujeros negros no son "agujeros" en el sentido convencional, sino más bien regiones del espacio donde la gravedad es tan intensa que distorsiona el espacio-tiempo de manera significativa.


Los agujeros negros son fascinantes para los científicos porque desafían nuestra comprensión convencional de la física, especialmente en lo que respecta a la teoría de la relatividad general de Einstein. Además, se cree que los agujeros negros pueden desempeñar un papel crucial en la evolución y estructura del universo, influyendo en la formación de estrellas y galaxias.

La investigación y observación de agujeros negros es un área activa de estudio en la astronomía y la astrofísica, y ha llevado a importantes descubrimientos, como la observación directa de ondas gravitacionales emitidas por la fusión de agujeros negros binarios, así como la captura de imágenes de la sombra del agujero negro supermasivo en el centro de la galaxia M87.