Una enana blanca es el remanente caliente y denso que queda cuando una estrella similar al Sol agota su combustible nuclear y termina su vida. Durante la fase final de la evolución estelar, la estrella expulsa sus capas exteriores hacia el espacio, dejando atrás un núcleo caliente compuesto principalmente de carbono y oxígeno. Esta masa densa se contrae bajo su propia gravedad hasta que alcanza un equilibrio entre la presión generada por los electrones degenerados (una forma de presión de degeneración) y la fuerza de gravedad. Este equilibrio produce una estructura altamente compacta y estable conocida como enana blanca.


Las enanas blancas son pequeñas y extremadamente densas, con masas comparables a la del Sol pero un tamaño similar al de la Tierra. Debido a su tamaño y densidad, las enanas blancas tienen una gravedad superficial muy alta y son increíblemente calientes, con temperaturas superficiales que pueden superar los 10,000 grados Celsius. Aunque inicialmente son muy calientes, con el tiempo se enfrían gradualmente a lo largo de miles de millones de años hasta convertirse en enanas negras, objetos fríos y apagados que ya no emiten luz ni calor. Las enanas blancas juegan un papel fundamental en la astrofísica, ya que son objetos cruciales para entender la evolución estelar y son componentes comunes en sistemas binarios y cúmulos estelares.